Leyendas negras y demás ortodoxias: Mirarse con otros ojos

Lejos de depender nuestra percepción de España de una leyenda negra orquestada con saña e insistencia por “los enemigos de España”, dependería más bien de procesos que nos interpelan a nosotros mismos en lo que serían determinadas convenciones sociales muy asumidas
The post Leyendas negras y demás ortodoxias: Mirarse con otros ojos first appeared on Hércules.  Llevo tiempo dedicado a ciertas lecturas y al visionado de gran variedad de videos y conferencias que tratan esa leyenda negra que atiende a la llegada de los españoles a América. Y el caso es que tal leyenda resulta tan exagerada que se cae por su propio peso a poco que uno indague, mínimamente, en la base historiográfica, en sus grandes hipérboles y en los sesgos y silencios evidentes. Y no, no se trata de diseñar a partir de ahí un pasado rosalegendario que, complaciendo las sensibilidades más chauvinistas, demuestre lo maravilloso que fue el Imperio español. Más bien, creo, se trataría de advertir algo que podría ser lo verdaderamente relevante ya que lidiamos con imaginarios.

Contarnos la vida desde ojos ajenos resulta siempre gravoso ya que quien padece tal subordinación pasa a contarse una historia en la que determinados terceros vienen a quedar legitimados a su costa. Ahora bien, lejos de depender tal posibilidad de una leyenda negra orquestada con saña e insistencia por “los enemigos de España”, dependería más bien de procesos que nos interpelan a nosotros mismos en lo que serían determinadas convenciones sociales muy asumidas por responder a movimientos históricos de gran calado.

En tal sentido se ha hablado mucho de la leyenda negra promovida por los ingleses pero lo cierto es que más allá de que la liquidación del Imperio español constate el emerger del Imperio británico la consideración que los ingleses tenían de nuestra cultura, sin llegar a la alta consideración que tuvo el siglo de Oro español en Alemania, ha sido notable. Buena muestra de ello será la popularidad de diversos autores del siglo de Oro y, sobre todo de El Quijote y de Cervantes en la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII a pesar del conflicto histórico latente. Un conflicto que no impediría que se publicara en inglés la primera biografía de Cervantes en 1738 o que se tradujera El Quijote al inglés en una fecha tan temprana como 1612. En tal sentido, las palabras del hispanista y traductor de El Quijote Walter Starkey resultan reveladoras: “England is always proud of having been the first foreign nation to recognize the genious of Cervantes”. Sobre la importante influencia del siglo de Oro en la literatura inglesa se hace muy recomendable el estudio de Juan Antonio Garrido Ardila “La influencia de la narrativa del siglo de Oro en la novela británica del XVIII”.

Los ingleses, es cierto, siempre tuvieron claro que el enemigo a batir era España en tanto ese viejo imperio con el que se rivalizaba en ultramar y al que había que arrebatar sus dominios. Y lo cierto es que tras diversos y sonoros fracasos en el XVIII, entre ellos la derrota en la Cartagena de Indias defendida por Blas de Lezo, las independencias americanas terminaron contribuyendo a un férreo colonialismo económico británico en lo que fue el antiguo territorio del Imperio español. Así, sus territorios verían colapsar su estabilidad política, su riqueza y los índices de bienestar previamente existentes. La hiperfragmentación política del territorio, el libre comercio impuesto y el alto endeudamiento contraído producto de la propia guerra de independencia vino a cristalizar en esa situación de subordinación neocolonial que realizaba el viejo proyecto de Inglaterra de tomar el control de Hispanoamérica. De lo dicho solo se salvaría México en tanto la Nueva España independizándose que, sin embargo, padecería la invasión de USA arrebatándole la mitad de su territorio. En tal panorama la función de la hispanofobia resulta obvia: Desdibujar la identidad hispana compartida para afirmar las recién inventadas identidades nacionales de los microestados emergentes. De cara a tal tarea la influencia de determinadas logias masónicas de obediencia británica y, prácticamente, vinculadas al foreing office o a los intereses USA fue una de las claves. En relación a esta influencia quédense con el nombre Joel Roberts Poinsett rediseñando imaginarios…

Es cierto que, como predijo Hegel, el choque entre el poder hispano y el poder anglo en América terminó siendo estremecedor alcanzando el umbral de que la antigua América hispana pasó a ser el patio trasero del poder anglo. Ahora bien, lo cierto es que la mirada a través de la cual nos percibimos los españoles no es precisamente la inglesa. De ahí, que la leyenda negra favorecida por los anglos para consolidar la subordinación neocolonial de los territorios hispanos de América fuera más bien, de cara a los españoles, una simple propaganda de guerra poco capaz de ser interiorizada en España; lo que nos obliga a indagar en el propio tempo de la cultura española y no en la propaganda para explicar determinados procesos.

Recapitulo la cuestión y la traslado a futuras reflexiones no sin antes contextualizarla con una serie de preguntas. Más allá de la cuestión de la leyenda negra; ¿hasta qué punto la visión que los españoles tenemos de nosotros mismos respondería a miradas ajenas?. De ser así lo sería a partir de cómo España se implicó en los grandes conflictos de los siglos XVI y XVII, parteros de la modernidad occidental y de su imaginario. Como sabemos en tales conflictos España se vio envuelta hasta el tuétano siendo derrotada en su pretensión de mantener la vigencia de instituciones paneuropeas como las del papado y la del Imperio. ¿Los tercios luchaban por la uniformidad católica y la intolerancia religiosa o por mantener la unidad de Occidente frente a la fragmentación que promovían la emergencia de los estados nación y la quiebra de la cristiandad? ¿Su propuesta era medievalista o incorporaba una modernidad singular de raíces renacentistas y arraigada en una perspectiva humanista que no desmentía lo teocéntrico?.

Si dirigimos la mirada a estas tensiones históricas nos encontramos ante el tiempo en el que iba cuajando la modernidad. Formar parte del bando ganador o del perdedor a partir de los relatos resultantes ubica en el imaginario de Occidente. Consideremos que se estaba dilucidando el modelo de civilización que debería primar. Insisto, ¿a través de qué ojos nos miramos?. No, no creo que la leyenda negra predetermine la imagen que el español tiene de sí mismo ni que el problema sea haberla interiorizado tal y como postula el neohispanismo emergente. Para entender tal imagen, es decir, para entender nuestro imaginario como pueblo, creo que habrá que acudir a un tiempo tan complejo como el barroco, a las singularidades del Renacimiento español y al erasmismo de Cisneros o del joven Carlos o del propio Papa Paulo III promoviendo a Erasmo al solio cardenalicio en 1533 al tiempo que convocaba a Concilio, a los recodos y nuevas veredas que hizo transitar la reforma protestante, al catolicismo de combate, filosóficamente bien armado, que trajo el concilio de Trento a partir del auge de la segunda escolástica y de la escuela de Salamanca o al modo iluminista y mesiánico a través del cual percibía la historia y todo pasado la Ilustración francesa. Y, finalmente, a la crisis de la metafísica tradicional como gran telón de fondo de todo tipo de disyuntivas y de nuevos escenarios. Como vemos hablamos de cuestiones de fondo constituyentes del perfil que históricamente ha ido teniendo Occidente en los últimos siglos. Precisar y dar cuenta de todas estas cuestiones, así como de los deslizamientos del propio catolicismo en su conflicto con la reforma, nos llevaría a delimitar esa modernidad hispana, si fuera el caso, alternativa a la realmente existente

Es cierto que el español que no conoce América no conoce España, ahora bien, la relevancia de España en ese tiempo, como digo partero, pondrá de manifiesto algo que ciertos neohispanistas parecen querer olvidar desde la magnificación del Imperio. A saber, el arraigo intensamente europeo de la España de ese tiempo completamente implicada en el devenir de Occidente en tanto uno de sus actores principales. Mi impresión es que bien lejos de la leyenda negra la percepción que los españoles tienen sobre sí arraigaría en los conflictos indicados y en el modo en que prefiguraron el futuro.

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