Un perfil discreto, pero influyente, una larga carrera diplomática y su afinidad con las reformas de Francisco colocan a Parolin como el principal candidato
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El cardenal Pietro Parolin preside la Santa Misa para conmemorar el 20.º aniversario de la muerte del Papa Juan Pablo II en el Vaticano. // Yara Nardi – Reuters
Pietro Parolin nació el 17 de enero de 1955 en Schiavon, en la región italiana del Véneto. Hijo de un comerciante y una maestra, creció en una familia católica practicante. La muerte de su padre en un accidente de tráfico cuando él tenía solo diez años marcó profundamente su infancia. Su vocación sacerdotal fue temprana: ingresó al seminario a los catorce años y fue ordenado sacerdote en 1980. Poco después, se doctoró en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana y se incorporó al cuerpo diplomático de la Santa Sede.
Desde entonces, Parolin ha servido en Nigeria, México, Venezuela, China y Corea del Norte, y ha trabajado en cuestiones tan delicadas como la paz en el Medio Oriente, la diplomacia con gobiernos comunistas y el desarme nuclear. Entre 2002 y 2009, fue subsecretario de Relaciones con los Estados, manejando vínculos con países tan complejos como Vietnam, Israel o Corea del Norte. En 2013, el papa Francisco lo nombró secretario de Estado, cargo que ha ocupado hasta hoy.
Comparado en múltiples ocasiones con Pablo VI, otro pontífice con formación diplomática, Parolin es admirado tanto dentro como fuera de la Iglesia. Algunos lo consideran un pragmático modernista, dispuesto a priorizar la estabilidad institucional y el diálogo, mientras que otros lo ven como un idealista con visión global y un firme defensor de la paz.
El diplomático del Vaticano
La reputación de Parolin como negociador hábil y prudente se ha consolidado a lo largo de los años. Uno de sus mayores logros —aunque no exento de polémica— ha sido la firma del acuerdo provisional con China sobre el nombramiento de obispos, renovado varias veces desde 2018. Aunque sectores conservadores lo acusan de ceder ante el régimen comunista, Parolin ha defendido la vía diplomática como el único camino viable para garantizar la presencia católica en el país asiático.
También medió en Venezuela durante el pontificado de Benedicto XVI, y más recientemente, gestionó el polémico proceso de resignificación del Valle de los Caídos en España, tratando de preservar la presencia religiosa en un contexto político hostil. En este contexto, aunque algunos han elogiado la actitud diplomática de Parolin por intentar preservar los elementos religiosos del monumento, otros le reprochan no haber sido lo suficientemente firme frente a los intentos de secularización ni en la defensa de los valores católicos vinculados al lugar.
Al igual que sus detractores en el caso chino, critican que antepuso la relación con el gobierno socialista de España a la fidelidad a los principios de la Iglesia, llegando incluso un comentarista a calificar su postura como una traición a los fieles y una renuncia a la fe en favor del consenso político.
Su actuación durante la pandemia de COVID-19, imponiendo un estricto mandato de vacunación en el Vaticano, fue interpretada como un signo de responsabilidad por unos y autoritarismo por otros.
Continuidad con las reformas
Pietro Parolin es visto como el heredero natural del legado de Francisco. Comparte con él una visión de Iglesia más abierta, sinodal, descentralizada y en diálogo con el mundo contemporáneo. Sin embargo, a diferencia del actual pontífice, Parolin es más reservado, menos propenso a declaraciones rupturistas y más inclinado al consenso y la discreción.
Su estilo sobrio, su dominio de varios idiomas y su profundo conocimiento del aparato curial lo hacen un candidato ideal para dar continuidad a las reformas sin fracturar aún más a una Iglesia que enfrenta tensiones internas entre progresistas y tradicionalistas.
Sombras en el expediente
A pesar de su perfil diplomático y su cercanía al legado reformista de Francisco, el cardenal Pietro Parolin ha estado involucrado en varias polémicas que podrían influir en su posible elección como Papa.
Parolin ha sido señalado como una figura clave en la elaboración de Traditionis Custodes, el motu proprio de Francisco que restringe la celebración de la misa en latín según el rito anterior al Concilio Vaticano II. Se le considera un opositor firme a la liturgia tradicional, promoviendo una Iglesia más descentralizada y sinodal.
El cardenal también ha sido vinculado a varios escándalos financieros en la Santa Sede, aunque nunca ha sido formalmente acusado. Uno de los más notorios fue la inversión en un inmueble de lujo en Londres durante la década de 2010, gestionada por la Secretaría de Estado bajo su supervisión. Aunque inicialmente afirmó tener poco conocimiento del acuerdo, reconoció que la transacción era “bastante opaca” y que su oficina estaba “tratando de aclararla”.
El acuerdo provisional entre el Vaticano y China, firmado en 2018 y renovado en 2020, 2022 y 2024, ha sido otra fuente de polémica. Parolin, principal arquitecto del pacto, ha defendido la necesidad de paciencia para ver sus frutos, confiando en la “buena fe” del Partido Comunista Chino. Sin embargo, críticos como el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, han acusado al Vaticano de “venderse” al régimen comunista, comprometiendo la libertad religiosa de los católicos chinos.
Además, su falta de experiencia pastoral directa, al haber pasado prácticamente toda su vida en la diplomacia vaticana, es una de las principales objeciones que esgrimen sus detractores.
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