¿Por qué sigue en pie el régimen iraní?

A pesar de las crisis internas y externas, el régimen iraní resiste. ¿Por qué las protestas en Irán no derrocan al poder de los ayatolás?
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La historia de un poder endurecido por décadas

Con una superficie más de 70 veces superior a la de Israel, Irán acumula una historia turbulenta de transformaciones. En 1953, una intervención de EE.UU. y Reino Unido para controlar el petróleo derrocó al entonces gobierno y encumbró al Sha de Persia, un monarca con respaldo occidental. Dos décadas después, ese mismo Sha fue derrocado por una nueva revolución iraní, esta vez religiosa, que instauró el régimen teocrático islámico actual.

Lo irónico es que muchos de quienes apoyaron esa insurrección no aspiraban a una dictadura religiosa. Simplemente no querían al Sha. En 2009, tras unas elecciones polémicas que favorecieron al ultraconservador Mahmoud Ahmadinejad, estallaron protestas masivas. Aunque la sociedad civil desafió abiertamente al régimen, la represión de la Guardia Revolucionaria y los temidos Basij aniquiló cualquier esperanza.

Una represión constante frente a una oposición desarticulada

Desde entonces, las manifestaciones se han repetido. Crisis económicas, sanciones estadounidenses, inflación, colapso de la moneda y carencia de servicios básicos han provocado estallidos ciudadanos. El valor del rial cayó en picado y el desempleo aumentó. Pero incluso ante este escenario, el régimen iraní se mantiene.

¿Por qué no cae el régimen?

El ex alto funcionario de defensa Avner Vilan lo explica con datos: “Para que caiga un régimen se necesita al menos un 3,5% de la población movilizada. En Irán nunca se ha llegado a ese porcentaje.” Además, añade que la clase media –motor de cualquier cambio– ha menguado o emigrado.

La doctora Tamar Eilam Gindin, del Centro Ezri, ofrece otra clave: “Durante las tres últimas protestas, se ha documentado la presencia de árabes libaneses entre las fuerzas represoras. El régimen no solo rodea a Israel con milicias, también recurre a ellas internamente”. En Irán, añade, la violencia contra manifestantes no es una excepción, sino la norma. “Los torturados que llegaban a los hospitales hacían llorar a los médicos”.

Falta liderazgo, infraestructura y voluntad

El profesor Uzi Rabi, del Centro Dayan, cree que otro problema es la ausencia de liderazgo visible y cohesionado dentro de la oposición. “Nadie se ha erigido como alternativa clara. Además, policías y soldados deberían enfrentarse a sus familias si desertaran. Esa disyuntiva los frena”.

Israel, por su parte, esperaba que su ofensiva reciente encendiera la mecha revolucionaria. El régimen, incluso antes de los bombardeos, ya enfrentaba enormes desafíos. La economía iraní está colapsada: cortes de luz, falta de agua, inflación, caída de la moneda. Pero eso no basta.

“La intervención externa puede tener un efecto contrario”, advierte Rabi. “Puede cohesionar a la población en torno al régimen. Es algo muy arraigado en la memoria histórica iraní”. Estados Unidos lo comprobó en Irak, Afganistán y Vietnam.

Según Gindin, esperar manifestaciones masivas en plena campaña militar es ingenuo: “¿Quién va a protestar cuando Teherán está bajo fuego? ¿Van a pararse frente a la sede de la Guardia Revolucionaria minutos antes de que Israel bombardee?”.

Trump se mostró reacio a propiciar un cambio de régimen, temiendo un vacío de poder. Israel, en cambio, apostó por mostrar que “el rey va desnudo”. ¿Fue suficiente para activar una revolución futura?

¿Una revolución sin manual?

“No existe el botón para detonar una revolución desde el exterior”, afirma Rabi. “Las revoluciones suceden cuando el miedo desaparece. Israel ha hecho su parte al revelar las grietas del sistema”. Vilan coincide: “La revolución será interna. Puede pasar mañana o dentro de 10 años”.

Gindin cree que Israel no encendió la llama, pero sí preparó el terreno: “Tenemos la olla, falta el fósforo. Hay una sensación de traición tras el alto el fuego. La represión en Irán será aún más cruel. Si llega otra revolución, el 13 de junio de 2025 será una fecha clave”.

La paranoia del régimen se intensifica

Mientras tanto, el régimen iraní redobla su aparato represivo. Esta semana, tres kurdos fueron ejecutados por supuesta colaboración con el Mossad. Y los familiares de los prisioneros de Evin, bombardeada por Israel, temen represalias indiscriminadas. Se estima que 700 personas han sido detenidas por vínculos con inteligencia israelí.

Además, miles de iraníes han recibido mensajes de advertencia por interactuar en redes sociales con contenidos israelíes. Una verdadera caza de brujas ha comenzado. El régimen no solo sospecha de todos: ahora actúa como si sus peores temores fueran realidad.

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