Que envidiosa eres, España

Tristemente, España es ese país en el que sus gentes no aspiran a ser ricas, sino que sus anhelos se concentran en que quien lo es deje de serlo
The post Que envidiosa eres, España first appeared on Hércules.  Los discursos políticos repetidos una y mil veces pueden llegar a calar muy hondo y si hay algo sobre lo que se ha insistido sin descanso es sobre la idea del dinero público, que curiosamente no es de nadie y a la vez es de todos. El problema comienza con los sentimientos que despierta algo que parece no ser de tu propiedad, si no existe sensación de pertenencia tampoco existe sensación de despilfarro cuando se gasta sin medida, ni se trabaja en aras de su conservación, pues ya vendrá otro a proveer de lo que falte, otro que luego resulta ser uno mismo, pero no todos son conscientes de ello. La ciudadanía entiende el dinero público como una fuente inagotable de recursos, no es para menos, en los platós de televisión se ha llegado a decir que si falta dinero que se imprima más, idea que cabría esperar de un niño, pero no de un tertuliano de televisión. Y, vista la facilidad con la que se gasta, difícilmente puede creerse que tiene alguna clase de valor.

Son muchos los mecanismos que contribuyen a crear en el imaginario colectivo una falsa ilusión de inagotabilidad y ajenidad del dinero público, los políticos los conocen bien y se sirven de ellos a su antojo, siempre en su propio beneficio. Está la famosa hucha de las pensiones, se habla de ella e inmediatamente todo trabajador piensa en una enorme hucha en la que va depositando cada mes una cantidad de dinero que más adelante le será devuelta con creces. Gran e ingenuo error, no es el sistema de pensiones que tenemos, por muy contraintuitivo que parezca. La maquinaria estatal está bien engrasada y, como decía al principio, los discursos una y mil veces repetidos acaban calando entre la población, es así como se ha extendido la idea de que todo lo que se te quita realmente nunca te ha pertenecido, si es que en realidad nos están haciendo un favor. No podemos olvidarnos de la temible declaración de la renta y de la típica pregunta que siempre la acompaña: ¿te sale a pagar o a devolver? Menuda alegría cuando toca que te devuelvan dinero, si es que hasta parece que Hacienda te está haciendo un regalo.

Hay una práctica que está muy extendida y que me enfada sobremanera, se trata de la solidaridad con el dinero ajeno. Hay que ver lo fácil que es hacer regalos con el dinero que se ha sacado del bolsillo de otro, más cuando el regalo no es para uno mismo, sino que va destinado a intentar contentar a otros, entonces ya no se conoce la mesura y todo parece válido, si no soy yo quien lo disfruta y no soy yo quien lo paga, ¿qué importancia tiene el dinero gastado y el fin escogido? Ninguno. También es fácil hablar de gratuidad, como si tal cosa existiera, digo yo que de algún lado habrá salido eso que se oferta con tanto bombo y platillo como gratuito, esta idea, al igual que las anteriores, solo contribuye a perpetuar la sensación de falta de valor.

No acaba aquí el drama, resulta preciso comentar que, aunque los españoles tienen un sinfín de virtudes y de talentos, también pecan y si hay algo en lo que pecan en exceso es en tener envidia. Es más que conocido por todos que lo que tiene el de al lado siempre es mejor que lo propio y que en el bolsillo ajeno siempre hay más dinero que en el propio, siendo así, que pague otro la fiesta, que a mí no me llega. Tristemente, España es ese país en el que sus gentes no aspiran a ser ricas, sino que sus anhelos se concentran en que quien lo es deje de serlo.

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