Las embarcaciones apagan sus sistemas AIS y hacen trasvases de barco a barco en alta mar con registros falsos
The post Rusia opera cientos de petroleros viejos inscritos con banderas de conveniencia y sociedades pantalla first appeared on Hércules. Desde que la invasión de Ucrania convirtió al Kremlin en uno de los países más sancionados del planeta, Rusia ha disparado el uso de una vasta red marítima clandestina —conocida como flota “oscura” o “fantasma”— para mantener a flote su comercio exterior, en especial el crudo. Se trata de mercantes viejos, con un historial técnico dudoso, que navegan bajo pabellones de conveniencia (Panamá, Liberia o Islas Cook) y con propietarios enmarañados detrás de sociedades creadas en jurisdicciones opacas como Seychelles o Emiratos Árabes Unidos. Este montaje dificulta rastrear la carga —prohibida o limitada en los mercados occidentales— y, sobre todo, identificar a sus beneficiarios reales.
Robin Brooks, investigador sénior de la Brookings Institution, calculaba hace unos meses al menos 343 buques en esa categoría; otros análisis elevan la cifra por encima de los mil. Sumen prácticas de “aislamiento digital” —apagado de los transpondedores AIS que emiten la posición— y transferencias de crudo de barco a barco en alta mar, y el resultado es un laberinto logístico que complica cualquier embargo.
La UE responde con su 17.º paquete de sanciones
Según datos de Vozpópuli, Bruselas ha reaccionado al crecimiento de esta armada clandestina aprobando un nuevo paquete que agrega casi 200 buques a su lista negra. La Alta Representante Kaja Kallas advirtió de que las medidas irán en aumento “mientras dure la guerra contra Ucrania”. El objetivo es doble: cortar las vías de financiación energética del Kremlin y restringir el acceso del complejo militar ruso a componentes sensibles.
El Consejo de la UE también ha impuesto nuevas prohibiciones a petroleros rusos, a sus gestores y a una petroquímica estatal. El mensaje político es claro: cuanto más se prolongue el conflicto, menos rendijas dejará Bruselas para que el petróleo o las materias primas del gigante eurasiático encuentren compradores sin pasar por caja occidental.
Rusia no es la única en recurrir a este truco; Irán y Corea del Norte llevan años perfeccionando redes similares. Pero la escala rusa supera a la de cualquier otro país sancionado: el tope al precio del crudo fijado por el G7 en 2022 reforzó la necesidad de fletar buques “no asegurados” por compañías occidentales. Eso ha disparado los riesgos medioambientales —son barcos antiguos, mal mantenidos y sin cobertura internacional— y ha encarecido los seguros de carga en las rutas donde operan.
De fondo, la “flota fantasma” ilustra la carrera entre sancionadores y sancionados: cada vuelta de tuerca encuentra un resquicio nuevo. El problema, advierten expertos marítimos, es que una colisión, un vertido o una explosión de uno de estos petroleros zombis puede afectar a terceros países que nada tienen que ver con la guerra. Mientras tanto, la Unión Europea y sus aliados se preparan para la siguiente ronda, sabedores de que, en alta mar, la sombra logística del Kremlin todavía tiene mucha eslora por recorrer.
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