Sanciones contra Rusia: efectos, inflación y adaptaciones

Las sanciones contra Rusia impulsan inflación y adaptación. Moscú mantiene productos occidentales y busca alianzas con Asia y Oriente Medio
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Los instrumentos de castigo son variados: restricciones comerciales, congelación de activos, exclusión del sistema financiero SWIFT, limitaciones tecnológicas e incluso sanciones individuales. Pero sobre el terreno, la realidad es más matizada. Un paseo por Moscú no revela escasez: supermercados y tiendas presentan una imagen de aparente normalidad, con estanterías rebosantes y productos conocidos, incluidos muchos de origen occidental.

Las sanciones contra Rusia se eluden a través de infraestructuras paralelas

En pleno corazón de la capital rusa, el centro comercial Moskovsky exhibe un retrato contradictorio. Tras la invasión de Ucrania en 2022, numerosas multinacionales anunciaron su retirada del mercado ruso. Sin embargo, marcas como Snickers, Twix o Toffifee siguen disponibles, incluso con etiquetas que dicen “Hecho en Rusia”. Un vistazo al carrito de la compra de cualquier moscovita evidencia que el boicot occidental no ha eliminado estos productos del día a día.

La clave está en la estrategia rusa para burlar el cerco. Tras la legalización de las importaciones paralelas en 2022, empresas locales tienen permiso para adquirir productos en terceros países —como Turquía, China, Armenia o los Emiratos Árabes Unidos— sin necesidad de la aprobación de los propietarios de las marcas. De esta forma, productos occidentales en Rusia continúan circulando, esquivando la restricción directa.

En paralelo, algunas compañías, pese a los anuncios de repliegue, mantienen operaciones. Las famosas galletas Oreo, fabricadas por Mondelez, se siguen produciendo en la localidad de Pokrov, cerca de Moscú. El etiquetado lo confirma: “Fabricado en Rusia”. A pesar de promesas de reducción, ciertos bienes siguen considerándose “esenciales”.

Pero bajo esta superficie de abundancia, los efectos son palpables en el bolsillo. El aumento de precios golpea a los consumidores: el coste de alimentos básicos como mantequilla, azúcar y huevos ha subido con fuerza. Las patatas, por ejemplo, han visto su precio triplicado en lo que va de año. La inflación en Rusia superó el 20 % en alimentos durante abril, y la tasa general ronda ya el 10 %, impulsada por la energía y los alimentos.

Signos de desaceleración

El crecimiento económico también muestra signos de desaceleración. La economía rusa, que en 2024 creció a un ritmo del 4,3 %, se ralentizó al 1,5 % en primavera de 2025. En respuesta, el banco central redujo los tipos de interés del 21 % al 20 %, intentando estimular la actividad. Las previsiones del gobierno sitúan el crecimiento entre el 1 % y el 2 % para este año, con una inflación estimada del 7 % al 8 %.

Esta evolución no es nueva. Desde el colapso de la URSS, Rusia ha pasado por varios ciclos de crisis y bonanza. Los años noventa fueron críticos, con un PIB en caída libre. A partir del 2000, con Putin en el poder y los precios del petróleo al alza, el país vivió una etapa de fuerte expansión. Entre 2000 y 2013, el ingreso nacional se triplicó, sacando a millones de la pobreza. Sin embargo, las sanciones tras la anexión de Crimea en 2014, la caída del crudo y la pandemia rompieron esa dinámica.

Actualmente, el modelo económico ruso se basa en el control estatal, las exportaciones hacia el Este y una creciente desconexión de los mercados occidentales. La retirada de Visa y Mastercard fue un golpe que el Kremlin convirtió en oportunidad. Se reforzó el uso del sistema MIR, una alternativa doméstica para pagos electrónicos. Para transferencias internacionales, el sistema SPFS, desarrollado por el Banco Central tras Crimea, se convirtió en una herramienta útil para esquivar el SWIFT.

Una economía resiliente que se ha sabido adaptar a la nueva situación

En este contexto, las autoridades rusas han mostrado una notable capacidad de adaptación a las sanciones. Lo que parecía un bloqueo asfixiante ha devenido en una red de alianzas alternativas, donde países no alineados se convierten en socios clave. Según el analista Artyom Sokolov, del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú, “Occidente no logró aislar a Rusia, sólo acelerar su integración en un mundo multipolar”.

Posibilidad de que empresas occidentales vuelvan a operar en Rusia

En última instancia, el éxito o fracaso de estas medidas no se medirá sólo por los datos macroeconómicos rusos, sino por su impacto en el orden internacional. La batalla económica entre Moscú y Occidente no solo redefine la economía rusa, sino también los equilibrios globales.

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