Se acabo el pozo sin fondo de USAID, décadas de despilfarro y corrupción encubierta bajo la fachada humanitaria

Donald Trump ordenó la reestructuración de USAID por presunta corrupción y gastos ineficientes, desatando un debate sobre el rol y los riesgos de politizar la ayuda humanitaria. Críticos advierten que eliminar su autonomía compromete tanto la efectividad como la seguridad de los trabajadores humanitarios
The post Se acabo el pozo sin fondo de USAID, décadas de despilfarro y corrupción encubierta bajo la fachada humanitaria first appeared on Hércules.  La casi eliminación de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) por orden de Donald Trump ha generado un intenso debate: ¿se trataba de una herramienta eficaz de ayuda humanitaria o de un aparato burocrático plagado de corrupción? Cuando Trump paralizó las actividades de USAID en enero y la subordinó al Departamento de Estado, el secretario Marco Rubio justificó la decisión como un esfuerzo por erradicar programas globales ineficientes y fraudulentos.

Tras el despido masivo de empleados, la cancelación de más del 90% de los contratos y la anulación de unas 15.000 subvenciones, con un costo de 60.000 millones de dólares solo en la última semana, los demócratas denunciaron que Trump estaba politizando labores humanitarias esenciales.

La Dra. Rebecca Wolfe, experta en conflictos de la Universidad de Chicago, advirtió en The Center Square sobre el riesgo de perder la especialización operativa de USAID. Según Wolfe, otras entidades gubernamentales carecen del conocimiento logístico necesario para ejecutar tareas complejas como distribuir alimentos o medicinas en zonas de conflicto.

Wolfe recordó los intentos previos de fusionar USAID con Estado o Defensa, que en Afganistán e Irak resultaron en una gestión caótica de la ayuda humanitaria. Además, subrayó que politizar la ayuda internacional expone a los trabajadores humanitarios a mayores riesgos, algo que ha incrementado las muertes en las últimas décadas.

Por su parte, los republicanos consideran que USAID ya estaba profundamente politizada, justificando así su reestructuración bajo el Departamento de Estado. Señalan que la agencia financiaba programas polémicos de diversidad, transición energética, y hasta apoyos indirectos a grupos armados.

Entre las subvenciones canceladas destacan: 252 millones de dólares para proyectos climáticos, 83 millones para energías renovables en Nigeria y 57 millones para programas de prevención de violencia en Túnez.

Sin embargo, la cancelación también afectó programas vitales como una inmunización infantil de 131 millones, suministros médicos en Kenia por 34 millones y una campaña de lucha contra la malaria de 90 millones, según el New York Times. Los críticos aseguran que Estados Unidos debería enfocarse primero en resolver sus problemas internos antes de financiar programas en el extranjero. Wolfe defendió la eficiencia de USAID, reconociendo errores pero destacando su liderazgo en materia de costos. Según ella, las denuncias de corrupción generalizada son muy exageradas.

En cambio, Gregg Roman, del Foro de Oriente Medio, testificó ante el Congreso que la falta de control en tiempo real en USAID facilitaba el desvío de fondos, como ocurrió en Gaza, donde la mayoría de la ayuda terminó en zonas controladas por Hamas. Roman también criticó que USAID haya hecho lobby contra leyes que mejorarían la transparencia.

Pese a las críticas, Roman reconoció la importancia estratégica de ciertos programas de ayuda exterior. Ante los legisladores, instó a una reforma profunda: “Cuando están en juego la seguridad nacional y la confianza del contribuyente, no podemos seguir fallando”.

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