La UE intensifica su presión sobre Serbia por su cercanía a Rusia, mientras líderes como Vučić y Fico desafían públicamente la narrativa dominante de Bruselas, evidenciando un creciente malestar democrático en Europa Central y los Balcanes
The post Serbia desafía la ortodoxia de Bruselas mientras Eslovaquia alza la voz contra el chantaje político de la UE first appeared on Hércules. Mientras crece la incomodidad en países de Europa Central como Eslovaquia ante lo que perciben como una deriva autoritaria desde Bruselas, la Comisión Europea ha intensificado la presión sobre países aspirantes como Serbia para que se distancien de Rusia e impongan sanciones en su lugar. Este tipo de coerción pone en entredicho la integridad del proyecto europeo. Tanto el primer ministro eslovaco, Robert Fico, como el presidente serbio, Aleksandar Vučić, tienen previsto asistir al desfile del 9 de mayo en Moscú, en conmemoración del 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. La diferencia clave: Eslovaquia es miembro de pleno derecho de la UE; Serbia aún está en la sala de espera.
Tras una reunión del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE el 14 de abril, la Alta Representante para Política Exterior, Kaja Kallas, fue clara: “La participación en las celebraciones del 9 de mayo en Moscú no será ignorada, dada la guerra en curso que Rusia libra en suelo europeo”.
Baiba Braže, ministra de Exteriores de Letonia, fue aún más explícita al insistir en que los candidatos a la adhesión deben alinearse con la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE. En sus palabras: “No deberían participar en actos como el desfile del 9 de mayo en Moscú, ni realizar visitas que contradigan nuestros valores”.
Desde Estonia, Jonatan Vseliov fue tajante: “Serbia debe entender que ciertas decisiones tienen consecuencias. Una de ellas es que no entrarán en la Unión Europea”.
Los mecanismos internos de la UE se han transformado en herramientas de presión política. Desde 2020, el proceso de adhesión permite a cualquier Estado miembro vetar a un candidato en cada etapa. Serbia, que ha quedado bloqueada en el Grupo 3 del proceso (competitividad y crecimiento inclusivo), ve cómo su avance es saboteado por motivos políticos, a pesar de tener capacidades institucionales notables.
Hungría intentó en diciembre de 2024 impulsar el inicio de negociaciones del Grupo 3 para Serbia, pero su propuesta fue rechazada por siete países, incluidos Estonia, Letonia y Croacia. ¿Las razones? La negativa serbia a sancionar a Rusia, una política exterior “ambigua” y las persistentes tensiones con Kosovo.
El delicado equilibrio que Serbia mantiene entre sus relaciones con Europa y Rusia es cada vez más problemático para Bruselas, sobre todo mientras Vučić continúe en el poder. El presidente serbio ha pedido repetidamente una salida diplomática al conflicto en Ucrania. No respalda todos los postulados rusos —no reconoce la anexión de Crimea, por ejemplo, del mismo modo que no reconoce la independencia de Kosovo—, pero defiende el diálogo como la vía responsable en una región con historias entrelazadas y heridas abiertas.
Reducir la política exterior de Serbia a un alineamiento automático con Moscú es una simplificación errónea. Sin embargo, como ya ocurrió en Georgia, la guerra en Ucrania ha servido a Bruselas para exigir a países candidatos una elección binaria: o se está con Europa, o con Rusia.
Pese a todo, Serbia sigue expresando su voluntad de integrarse a la UE. Solicitó la membresía en 2009 y fue reconocida como candidata en 2012. Durante un tiempo, se habló de una posible adhesión para 2025. Tiene incluso un Ministerio de Integración Europea. Su economía ha mostrado crecimiento sostenido, salvo por el impacto de la pandemia en 2020, y ha dado pasos firmes hacia una apertura estructural.
No obstante, Vučić ha admitido recientemente que no espera que Serbia ingrese a la UE antes de 2030, y eso ya suena optimista. Incluso si Ucrania logra un cese del fuego, es difícil imaginar el levantamiento de las sanciones europeas a Rusia mientras figuras como von der Leyen y Kallas lideren la política comunitaria hasta, al menos, 2029. Mientras Serbia no se pliegue completamente al régimen de sanciones, el proceso de adhesión permanecerá congelado.
Esto no ha frenado los planes de Vučić: su visita a Moscú sigue en pie, y se prevé que una unidad del ejército serbio desfile en la Plaza Roja. El gesto busca honrar también a los millones de yugoslavos que murieron durante la Segunda Guerra Mundial.
En declaraciones recientes, la ministra serbia de Familia y Demografía, Milica Đurđević-Stamenkovski, fue crítica con la UE: “La presión constante para imponer sanciones, el rechazo a soluciones razonables sobre Ucrania y el desdén hacia su propio déficit democrático están socavando la legitimidad del proyecto europeo”.
La conclusión parece inevitable: el entusiasmo serbio por la adhesión a la UE se está enfriando, conforme se hace evidente que el ingreso depende menos de logros estructurales y más de la sumisión a determinadas posturas políticas impuestas por Bruselas y aliados como Croacia y Estonia.
A ello se suma el apoyo tácito que algunos actores europeos ofrecieron a las protestas antigubernamentales que provocaron la caída del gobierno serbio en marzo, tras el escándalo por la tragedia ferroviaria en Novi Sad que cobró 16 vidas. Pese a ello, el país parece haber recuperado algo de estabilidad con la formación de un nuevo gabinete. Pero hay ecos preocupantes de lo que ocurrió en Georgia: señales de presión externa para forzar cambios de régimen, disfrazados de “reformas democráticas”.
En contraste, como miembro de la UE, Robert Fico tiene más margen para resistir la presión. Su respuesta a la advertencia de Kaja Kallas fue directa en redes sociales: “¿Es esto un chantaje o una amenaza de castigo tras mi regreso de Moscú? No lo sé. Pero sí sé que estamos en 2025, no en 1939. Lo que dice la señora Kallas solo refuerza mi convicción de que debemos replantear qué significa realmente la democracia en la UE. Qué ha ocurrido en Francia, Rumania, Serbia o Georgia debería encender todas las alarmas. Soy de los pocos que aún abogan por la paz en Ucrania. Las declaraciones de la señora Kallas son irrespetuosas y las rechazo categóricamente”.
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