Sobre Errejón, Aristóteles y Nat King Cole

Con tamaña empanada mental de la señora en aquella noche de hace tres años, no se puede aclarar ni tan siquiera el hombre más feminista y más respetuoso de esa libertad sexual de la mujer por la que tanto ha luchado Errejón
The post Sobre Errejón, Aristóteles y Nat King Cole first appeared on Hércules.  Del comunicado de Iñigo Errejón el jueves 24 de octubre se ha observado que recuerda mucho al Manifiesto Surrealista de André Bretón de 1924. La comparación, que no se encuentra carente de fundamento (aunque siendo todo el mundo consciente de que hace un siglo que se empleaban, ni aun en los extremos más delirantes, expresiones como la subjetividad tóxica), viene ayudada por el hecho de que, con motivo del centenario, en el Centro Pompidou se está celebrando una exposición que se encuentra en boca de todos.

También hay quien ha comentado que donde hay que buscar su referente histórico es aquí mismo, en el esperpento: los espejos cóncavos del Callejón del Gato. Por cierto, igualmente estos días con una exposición, aunque en este caso en el Centro de Arte Reina Sofía. Una vez más, entrelazar ambas cosas no resulta forzado, bien que sabiendo todos que don Ramón María nunca habló del neoliberalismo.

Más difícil resulta buscarle un parentesco, ni tan siquiera en la literatura erótica más sofisticada -o sea, francesa-, a la declaración de Elisa Mouliaá ante la policía sobre lo sucedido en una noche madrileña de septiembre del remoto 2021. Ambos se conocían, pero sólo vía teléfono móvil, aunque todo apuntaba a que estaba llegando el momento glorioso de pasar de lo platónico a lo aristotélico. Fueron tres los escenarios. Primero, el de la presentación de un libro de él: señal de que ella lo admiraba en lo intelectual. Se trataba de Con todo, con el subtítulo Los años veloces y el futuro: unas palabras premonitorias del torbellino que estaba al caer. Segundo, la casa de unos amigos de ella, donde la temperatura subió muchos grados: él “la agarró fuertemente del brazo y la llevó por la fuerza durante unos seis metros, por un pasillo, hasta introducirla en el interior de una habitación”, cuando “cerró con pestillo la puerta para impedir que pudiera escapar” y comenzó a besarla y a tocarla “por distintas partes del cuerpo, sobre todo la zona de los pechos y de los glúteos”, todo lo cual, según la mujer, sin su consentimiento. Pero el muchacho debía estar lanzado -nada de contentarse con un piquito, como el pobre Rubiales, un pardillo-, porque la “empujó sobre la cama y se sacó su miembro viril”. Ella “se sintió paralizada”.

Él -tercer acto- la invitó a seguir la historia en su propio domicilio y lo cierto es que la dama se prestó (para que “todo lo que estaba sucediendo terminase cuanto antes”, lo que por cierto plantea la duda de qué significa terminar). No bien llegados, de Errejón se afirma que “sin mediar palabra, comienza nuevamente a besar a la denunciante en los labios, mientras le realizaba tocamientos (…) (e) intentaba trasladarla a la habitación”. Todo ello, además, tratándose de la madre de una niña de tres años, niña que a la sazón se encontraba enferma, por lo que el padre de ella -el abuelito- la llamaba para que se hiciera cargo de la situación.

Del relato no se desprende con nitidez si la pareja remató la faena o no (aunque en una conversación telefónica con una amiga días más tarde le contó, sobre la segunda de las escenas, que “me llevó a una habitación y me entró a saco”). Cosa, como es obvio, que a los demás no nos interesa, aunque a efectos de responsabilidad criminal puede resultar muy relevante.

Y es que de lo que jurídicamente depende todo es del consentimiento (incluso antes de la Ley Orgánica 10/2022, de 26 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual: la famosa ley del sólo sí es sí, que es muy posterior -un año- a los hechos). Y no queda nada claro si de verdad la chica estaba por la labor o no, porque entre lo que dice (ahora, tres años largos más tarde) y lo que hizo (entonces) las piezas no terminan de encajar ni a martillazos.

El famoso sólo sí es sí presupone que la mujer muestra, de palabra o de obra, una conducta inequívoca. Si de verdad está por la tarea, a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga, porque ancha es Castilla y todo el monte es orégano. Barra libre. Pero, en otro caso, las cañas se vuelven lanzas y se entra nada menos que en el Código Penal. Mal asunto.

Hay féminas a las que les cuesta decidirse. Son de esas del famoso bolero que inmortalizó Nat King Cole. El macho se desesperaba y con razón: “Siempre que te pregunto / que cuando, cómo y dónde / tú siempre me respondes / quizás, quizás, quizás”. Dando por cierto que cada época tiene sus propios modos de expresión, conviene que las mujeres vayan por la vida con las ideas más claras, porque si no el interlocutor no sabe a qué carta quedarse. Y puede estar tentado de tirar por la calle de en medio, sobre todo después de presentar un libro que se llama Con todo.

Sí, la declaración de ella no resulta fácil de reconducir a André Bretón ni a Valle Inclán.

Con tamaña empanada mental de la señora en aquella noche de hace tres años, no se puede aclarar ni tan siquiera el hombre más feminista y más respetuoso de esa libertad sexual de la mujer por la que tanto ha luchado Errejón.

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