Un apagón y muchos enchufes

Hemos vuelto a la nefasta tradición, imperante en nuestro siglo XIX, de convertir el gobierno, en cualquiera de sus niveles, en una fuente de prebendas y sinecuras para amigos, familiares y afines, habitualmente un conjunto de incompetentes cuando no corruptos
The post Un apagón y muchos enchufes first appeared on Hércules.  El lunes 28 de abril del 2025 forma ya parte de la historia española, al menos de la historia energética, con el “Gran Apagón” que, durante unas horas, nos dejó no sólo sin luz sino también sin comunicaciones. Algo que considerábamos que no podía suceder en nuestro país, “bulos de la ultraderecha”, ya que tenemos el mejor sistema energético de Europa, como ufanos afirmaban tanto el presidente del Gobierno como la presidenta del grupo Red Eléctrica de España, Beatriz Corredor. Pues lo que no podía ocurrir, ocurrió, sumiendo en la oscuridad no sólo a la nación y a Portugal, sino a la transparencia informativa del Gobierno, que tras un retraso que contrastaba con la rapidez portuguesa, aun desconociendo las causas, aseguraba que no era culpa de las renovables, o directamente cargaba la responsabilidad sobre las malvadas eléctricas, recalcando su carácter de privadas, un adjetivo calificativo tan negativo que sólo puede ser superado por el de “facha” con el que los ministros, empezando por el inefable Óscar López, tachan a todo aquel que duda en asumir la verdad oficial u osa plantear que quizá haya que mirar un poco la cuestión de las nucleares.

La experiencia, más allá de la romantización que se está haciendo en las redes por parte de algunos –obviando el dramático hecho de que ha habido una serie de fallecimientos, posiblemente causados por el apagón-, ha demostrado tanto la excesiva dependencia que en nuestra vida tenemos de la tecnología como la incompetencia del Gobierno. Es verdad que el relato oficial, que los medios apesebrados han aceptado raudos, es que la rápida acción del Gobierno ha permitido la pronta recuperación del servicio, en lugar de señalar el incontestable desastre de que se haya producido. El mundo, al revés. Pero en España hace ya tiempo que muchos periódicos, alguno antaño prestigioso, se han convertido en meras correas de transmisión de los dictados de Moncloa, olvidando su función, esencial en una democracia, de buscar la verdad y ser críticos con los gobernantes. Esa búsqueda de la verdad sobre lo ocurrido debería constituir, en estos días, su principal preocupación, no la de salvar la imagen de un presidente que, una vez más, se ha negado a admitir cualquier error, cualquier fallo, y que insiste en que la apuesta por las renovables, con el rechazo a las nucleares, seguirá adelante.

Como en tantas otras cuestiones, el gran problema de este necesario debate es que está viciado por la ideología. Nadie pone en duda la necesidad de seguir invirtiendo en renovables, con la seguridad de que España puede llegar a ser una gran potencia energética, pero lo que se debe plantear es si el actual modelo de transición es el correcto, si la velocidad a la que se quiere ir, marcada por la anterior ministra, Teresa Ribera, no nos ha puesto en riesgo, como parece ser. Además, el rechazo a la energía nuclear no se basa en argumentos científicos, sino meramente ideológicos. De hecho, da la impresión de que para ser un buen izquierdista, es preciso defender el fin de las nucleares, a veces con el único motivo de haber visto la serie Chernóbil, como se puede comprobar en las redes sociales.

Paradójicamente, el apagón nos ha dado luz sobre algunas cuestiones. La primera tiene que ver con la flamante e inasequible al desaliento por la crítica, Beatriz Corredor. Tras permanecer en un inexplicable silencio las horas posteriores al apagón, su primera intervención fue, además de para contarnos la bondad del sistema eléctrico español, para afirmar que no pensaba dimitir –ese verbo que los políticos españoles parecen desconocer-, como se le venía pidiendo. Y es que, contra toda la lógica posible, la máxima responsable de nuestro sistema eléctrico no es una deslumbrante ingeniera, sino una licenciada en Derecho, que es algo, como todo el mundo sabe, muy relacionado con la electricidad. No se trata de que cualquier electricista de barrio ocupe dicho puesto, regado con un sustancioso sueldo, pero al menos se podría exigir que tuviera algunos conocimientos sobre energía, más allá de que en su campo la señora Corredor haya sido una brillante opositora al cuerpo de Registradores de la Propiedad. Una vez más, nos encontramos con una de las prácticas más habituales de este Gobierno, situar amigos y leales en puestos clave de las instituciones públicas o dependientes de alguna manera del Estado, con resultados desastrosos, como se ha podido comprobar en el caso de Correos.

Hemos vuelto a la nefasta tradición, imperante en nuestro siglo XIX, de convertir el gobierno, en cualquiera de sus niveles, en una fuente de prebendas y sinecuras para amigos, familiares y afines, habitualmente un conjunto de incompetentes cuando no corruptos, que lleva a la ineficacia e ineficiencia, con instituciones parasitadas, rebosantes de estúpidos incapaces. Un mal que no es propio sólo de este Gobierno, sino que, como un cáncer, se extiende por toda la nación, independientemente de ideologías, llenando de “enchufados” todas las instituciones del Estado, sean Ayuntamientos, Delegaciones del Gobierno, Diputaciones, empresas públicas o cualquier ámbito susceptible de ser colonizado, lo que a la larga conduce al empobrecimiento y retraso del país, con el destrozo y desprestigio de dichas instituciones.

Otra lección que podemos aprender de estos días es la de la necesidad de un debate serio, basado en evidencias científicas y técnicas, sobre el modelo energético español. Pero si quien es su cabeza visible, la ministra Sara Aagesen, no sabemos si por ignorancia o por mala fe –cualquiera de las dos opciones es mala-, comienza negando que en España haya uranio, poco podemos esperar. Como tampoco podremos estar muy seguros de que, a pesar de lo que el Gobierno, en un ejercicio de retorcimiento de la lógica aristotélica, viene a defender –que no se producirán nuevos apagones, aun cuando no se sabe por qué se produjo el del lunes-, no volvamos a vivir un nuevo episodio de oscuridad. Claro, que como irónicamente –al menos el sentido del humor no lo perdemos- se decía, es normal que se vaya la luz con tanto enchufe.

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