Yésica: los horrores que vive una mujer obligada a convivir con su okupa

La inquilina dejó de pagar y comenzó a amenazarla, alegando que “sus paisanos” de Albania vendrían a okupar la casa si intentaba echarla
The post Yésica: los horrores que vive una mujer obligada a convivir con su okupa first appeared on Hércules.  La inquietante realidad de la inquiokupación se ha convertido en un fenómeno creciente en España. Cada vez son más los casos en los que inquilinos dejan de pagar el alquiler y se niegan a abandonar la propiedad, al tiempo que hacen de la convivencia un tormento para los propietarios.

El caso de Yésica, una propietaria de Alcorcón, es un claro ejemplo de los horrores que puede generar la inquiokupación. Tras reformar su vivienda y enfrentarse a elevados gastos, Yésica decidió alquilar una habitación con el fin de obtener un ingreso extra. La inquilina, una mujer joven con un hijo menor de edad, le prometió que Servicios Sociales cubrirían el alquiler.

 Movida por la compasión y su propia experiencia de haber criado sola a tres hijos, Yésica aceptó a la inquilina, quien inicialmente parecía vulnerable y necesitada de ayuda.

Sin embargo, todo cambió en marzo de 2023, cuando Yésica le comunicó que no podía renovar el contrato porque necesitaba la habitación para su propio hijo. A partir de ese momento, las tensiones se dispararon. La inquilina dejó de pagar y comenzó a amenazarla, alegando que “sus paisanos” de Albania vendrían a okupar la casa si intentaba echarla.

Yesica y su madre sufren agresiones físicas y malos tratos

 Las agresiones físicas y verbales no tardaron en llegar: insultos, vejaciones, golpes e incluso robos dentro del propio hogar de Yésica y su madre de 90 años. La situación ha llegado al punto de que ambas viven con temor constante, soportando una convivencia degradante.

Yésica ha interpuesto más de 30 denuncias, de las cuales algunas han prosperado. Sin embargo, las condenas contra la inquilina se han traducido en simples multas diarias, sin que se dicte una orden de desalojo. El problema radica en que, al tener un hijo menor, la inquilina es considerada “vulnerable” por las autoridades, lo que dificulta cualquier intento de desalojo. Este vacío legal deja a los propietarios en una situación de desprotección extrema, mientras soportan agresiones y amenazas en sus propios hogares.

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